Hospital Clínico Universidad de Chile
06/10/2025
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Declaración de la WAO: Menos del 10% de los niños etiquetados como alérgicos a algún medicamento realmente lo son

Un nuevo consenso internacional de la World Allergy Organization (WAO) advierte que la gran mayoría de los niños diagnosticados con alergia a medicamentos en realidad viven con un diagnóstico equivocado. Las consecuencias de este error son significativas: tratamientos menos eficaces, hospitalizaciones más largas y mayor riesgo a presentar resistencia a ciertos antibióticos. Por ello, la organización promueve la evaluación en centros especializados y programas multidisciplinarios para los casos más complejos.

Destinado a ofrecer recomendaciones para la evaluación y el tratamiento de las alergias a medicamentos pediátricos, esta declaración reúne a diversos autores internacionales; dentro de ellos, la Dra. María Antonieta Guzmán, jefa de la sección de Inmunología de nuestro Hospital, y la Dra. Valeria Palma, también especialista y staff de la sección, quien fue parte del panel de revisores. Ambas pusieron hincapié en un diagnóstico preciso mediante pruebas in vivo e in vitro, la estratificación del riesgo y los enfoques personalizados.

El consenso muestra que menos del 10% de los pacientes categorizados como alérgicos no lo son realmente. En la infancia, la confusión más habitual suele ocurrir cuando un niño desarrolla lesiones cutáneas en el contexto de una infección viral y, al mismo tiempo, está recibiendo antibióticos. Pero no es el único factor, ya que la forma en que los niños metabolizan los medicamentos y su microbiota intestinal en desarrollo también puede influir en dar un diagnóstico equivocado. “En los niños es muy frecuente que un rash coincida con una infección viral y con el uso de antibióticos. Dado este cuadro, un niño queda catalogado como alérgico al medicamento, cuando en realidad puede no serlo y permanece con esa etiqueta hasta la vida adulta”, explica la Dra. Valeria Palma.

Más allá del error clínico, el sobrediagnóstico tiene efectos negativos para el propio paciente. Al descartar los fármacos de primera línea, se obliga a usar antibióticos de amplio espectro que suelen ser más caros y en ocasiones menos eficaces. Los costos de hospitalización también suben, pues la efectividad de medicamentos de segunda o tercera línea no suelen ser los mejores, provocando peores resultados en algunos cuadros. “Al estudiar bien a los pacientes, se evitan costos, complicaciones y resistencia antibiótica a fármacos de segunda línea. El etiquetado erróneo tiene impacto, tanto para el niño como a nivel de salud pública”, advierte la especialista.

La declaración establece que los medicamentos que más comúnmente se asocian a estas reacciones en la infancia son los antibióticos β-lactámicos, como penicilinas y amoxicilina, y los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), usados para tratar infecciones, fiebre o dolor, como paracetamol, ibuprofeno, etc. También se han descrito casos vinculados a anticonvulsivantes, vacunas y, más recientemente, a medicamentos biológicos.

Según el documento de la WAO, la historia clínica por sí sola no es suficiente para confirmar una alergia, ya que hay distintos tipos y tiempos de reacción: las reacciones inmediatas (IDHRs) aparecen dentro de las primeras seis horas y pueden ir desde urticaria hasta cuadros más graves como la anafilaxia. En cambio, las reacciones no inmediatas (NIDHRs) surgen después de las seis horas y suelen manifestarse como sarpullidos en la piel o erupciones máculo-papulares, mucho más comunes en la infancia. Para su evaluación existen pruebas estandarizadas que permiten aclarar la sospecha y que van a variar según el tipo de medicamento: desde el prick test y la intradermorreacción hasta el test de provocación, considerado el estándar de oro para el diagnóstico de alergia.

“En un test de provocación, el niño recibe bajo control médico dosis progresivas del medicamento sospechoso. Si no presenta síntomas, se descarta en un 100% la alergia. Funciona en general para todo tipo de fármacos, pero sí tiene ciertas restricciones. Todas las reacciones adversas severas tienen contraindicado el test de provocación, por ejemplo, un paciente que ha tenido un Síndrome de Steven Johnson, cuadro clínico que se asocia a alta mortalidad y el riesgo de un test de provocación es mucho mayor al beneficio”, detalla Palma.

Este tipo de consensos permite dar directrices para “desetiquetar” a los pacientes, es decir, confirmar que pueden usar con seguridad medicamentos que habían sido injustificadamente restringidos; sin embargo, la WAO promueve la evaluación de centros especializados en y programas multidisciplinarios para casos complejos, lo que es difícil de asegurar en regiones por la falta de especialistas en nuestro país.

“En nuestro país, el acceso a este tipo de estudios sigue siendo desigual. No todas las regiones cuentan con inmunólogos y los exámenes especializados aún no tienen cobertura. En el norte de Chile, por ejemplo, hay un número escaso inmunólogos/as. Eso significa que muchas familias deben trasladarse para acceder a un estudio diagnóstico adecuado”, señala la doctora.

En este sentido, es muy importante el aporte que realiza el Hospital Clínico Universidad de Chile en la formación anual de nuevos inmunólogos. La Dra. Palma concluye: “De nuestro Hospital egresan cuatro inmunólogos al año y son ellos los que se van desplegando por todo el país. Estamos orgullosos de que nuestros post-becados estén levantando centros de alergias y haciendo surgir esta área en los hospitales públicos en regiones también, lo que permite disminuir la brecha de acceso. Eso ayuda a que más niños puedan tener un etiquetado correcto y puedan acceder a tratamientos seguros”.

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Por: Rocío Cortez

Edición General: Fernanda Farfán

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