Autolesiones en adolescentes: un grito silencioso por ayuda
El aumento de las autolesiones es una crisis silenciosa que pone en alerta a especialistas y deja en jaque a familias, colegios y a nuestro sistema de salud. El Dr. Paul Vöhringer, psiquiatra de nuestra clínica psiquiátrica universitaria, explica por qué son tan frecuentes estas conductas durante la adolescencia.
La adolescencia trae consigo una montaña rusa de emociones, todas a la vez y de gran magnitud. Dudas, confusión y exploración. Los jóvenes parecen ahogarse entre tantos sentimientos y, muchas veces, lo que no se puede expresar en palabras, se expresa en silencio a través del cuerpo. Según datos del Minsal, en Chile los casos de autolesiones en adolescentes aumentaron un 210% entre 2017 y 2022, pasando de 2.595 a más de 8.000 consultas de urgencia anuales.
El Dr. Vöhringer afirma que el rango etario más afectado es entre los 13 y 18 años por el proceso mismo que supone la adolescencia. Según comenta el especialista, esta etapa es “una de las crisis normativas por las que todos pasamos. Durante la niñez, tenemos a los padres de referentes. Ellos responden todas nuestras inquietudes y cuestionamientos, pero con la llegada de la adolescencia, se empieza a desarrollar una capacidad de autocrítica y razonamiento y con ello, una crisis de formación de identidad. El adolescente se define por la negación a lo paterno: no sabe quién es, pero sabe lo que no es. Y, por lo tanto, enfrenta altos niveles de ansiedad que no siempre sabe cómo manejar”.
En este contexto, las autolesiones pueden surgir como una forma de regular el dolor emocional al convertirlo en algo tangible. Algo sobre lo que ellos tienen control, cuando sienten que tienen poder de decisión sobre nada. “Frente a las intensas angustias, el cuerpo adquiere otra característica. Habitualmente, la conducta autolesiva suele ser usada para focalizar el dolor psíquico en la herida y desfocalizarlo de la angustia”, menciona el especialista.
El entorno también juega un rol clave, ya que, a diferencia de las etapas previas y posteriores, los referentes en este periodo son los amigos. “Entre los adolescentes existe lo que llamamos contagio entre pares”, dice el Dr. Vöhringer. “Si en un grupo alguien se autolesiona, otros podrían hacerlo también porque muchas veces su identidad se construye en esa pertenencia”.
Las conductas autolesivas no deben ser vistas como simples llamados de atención, sino como indicadores de que algo más puede estar sucediendo. El psiquiatra enfatiza que, “en general estas prácticas aparecen como un síntoma dentro de un cuadro mayor. Es muy raro que una persona que no tenga nada, de repente, desee autolesionarse”. Dentro de las patologías de base se pueden encontrar los trastornos de personalidad y las enfermedades del ánimo. Al respecto, el especialista comenta que podrían distinguirse por la presentación del episodio. “En los trastornos de personalidad los cortes son más escenográficos. Por ejemplo, un paciente más grave puede cortarse frente a un familiar, mientras que, el paciente con trastornos de ánimo va a hacerlo a escondidas”.
El panorama se vuelve más preocupante cuando se considera que las autolesiones pueden representar sólo la punta del iceberg. Según cifras de la Defensoría de la Niñez, en 2024 fallecieron 57 menores, entre niños, niñas y adolescentes, de entre 10 y 17 años por lesiones autoinfligidas. “No todas las autolesiones terminan en suicidio, pero muchos suicidios tuvieron antecedentes de autolesiones. La conducta suicida muy pocas veces predice el riesgo suicida. De hecho, la conducta suicida tiene dos pick en la vida, uno es lo adolescente y el otro en la tercera edad. Si hay conductas autolesivas, son de riesgo y son graves. No hay que minimizarlas y siempre tienen que ser evaluadas por un profesional,” subraya el psiquiatra.
En este aspecto, el Dr. Vöhringer da algunas señales de alerta para identificar este tipo de conductas: aislamiento social, alteraciones en ritmos vitales, como la alimentación y el sueño, y la pérdida de interés en sus gustos o el uso de ropa excesiva en verano. “Los jóvenes son muy específicos en las cosas que disfrutan y si están dejándolas de lado es una llamada alerta. Realmente cualquier comportamiento fuera de su cotidiano podría ser una. Hay que recordar que los adolescentes no piden ayuda, entonces, en el fondo un adolescente que se corta está pidiendo ayuda a gritos. Y eso debe ser atendido desde el primer momento", concluye.
Por: Rocío Cortez
Edición General: Fernanda Farfán
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