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Neurodivergencias: cuando el cerebro toma caminos distintos, no incorrectos

En un mundo diseñado para lo "típico", millones de personas viven y aprenden desde una perspectiva diferente. Entender la neurodivergencia no solo implica empatía, sino transformar estructuras para incluir verdaderamente. Al respecto, el Dr. Gabriel Abudinén, neurólogo de nuestro Hospital, profundiza en estas condiciones y entrega claves para avanzar hacia una sociedad más inclusiva.

Imagina que cada cerebro humano fuera una obra única, como una huella dactilar. Así de diversas son las maneras en que pensamos, sentimos y percibimos el mundo. El concepto de neurodiversidad fue acuñado en 1998 por la socióloga Judy Singer: “así como no hay dos ecosistemas iguales, no hay dos cerebros idénticos”. Aun así, se han diferenciado los patrones de desarrollo neurológico típicos de aquellos que se desvían de la norma.

Alrededor del 20% de la población es neurodivergente, es decir, presenta un funcionamiento cerebral distinto al patrón mayoritario, como ocurre en el autismo, el TDAH, la dislexia o el síndrome de Tourette. En contraste, los neurotípicos son aquellos cuyo desarrollo sigue los estándares sociales frecuentes. Ahora bien, atípico no significa anormal. Por eso, entender y visibilizar las neurodivergencias ya no es una opción: es una necesidad social urgente.

Lo primero es entender que no se trata de fallas del sistema, sino variaciones naturales del funcionamiento cerebral que pueden conllevar desafíos, pero también fortalezas únicas. “La neurodivergencia es un concepto que evidencia la diversidad del funcionamiento cerebral, reconociendo que no hay una forma correcta o incorrecta de funcionar y que cada persona tiene su propio estilo de aprendizaje, percepción y procesamiento de la información, en las cuales las vías cerebrales tienden a ser distintas que el cerebro típico. Este término no se refiere a una enfermedad o una discapacidad, sino a una variación natural y normal del funcionamiento humano, explica el Dr. Abudinén.

Pero ¿qué cambia cuando hablamos de un cerebro que funciona distinto al estándar? El Dr. Abudinén comenta: “Estas personas presentan diferencias en la forma de analizar, comprender e interpretar el entorno. Estas variaciones no se limitan a habilidades específicas, sino que se expresan desde un punto general en múltiples ámbitos de la vida cotidiana: la interacción con personas o en una conversación, la alteración del lenguaje principalmente en los niños, alteraciones sensoriales del ambiente o inclusive alguna variabilidad de la conducta frente a estímulos externos y también tiene que ver con la adaptabilidad de la adaptación al cambio”.

La clave está en la inclusión. No basta con aceptar la diferencia: es necesario adaptarse a ella. “Una comunicación clara, sin ambigüedades, y el uso de apoyos visuales pueden marcar una gran diferencia”, sugiere Abudinén. A eso se suma la necesidad de repensar los métodos educativos, flexibilizando los estilos de aprendizaje y usando tecnología como aliada.

El especialista propone una hoja de ruta para avanzar en inclusión:


Comunicación clara y directa: “Idealmente evitar el lenguaje ambiguo, ser directo y tener una comunicación visual con imágenes o con herramientas que faciliten la comprensión”.

Adaptación en la enseñanza: “Mayor flexibilidad en los estilos de aprendizaje, información de manera estructurada y uso de tecnología como herramienta complementaria”.

Espacios seguros y apoyadores: “Zonas de relajación, personas de apoyo, evitarles críticas o vergüenza”.

Valorar fortalezas individuales: “La creación de nichos o modelos positivos ayuda mucho al camino de la neurodiversidad”.

Inclusión social real: “Con actividades comunitarias y el apoyo tanto familiar como profesional. El acompañamiento familiar y de un equipo multidisciplinario permite entender la condición y disminuir la ansiedad”.


Estas acciones no solo benefician a las personas neurodivergentes, sino que enriquecen a toda la sociedad, promoviendo la diversidad y la inclusión en todos los ámbitos de la vida.

Por: Rocío Cortez

Edición General: Fernanda Farfán

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