Sebastián Castillo, psicólogo de Clínica Universidad de Chile Quilín, comentó: “Desde lo fisiológico, la actividad física ayuda en la producción de neurotransmisores como endorfinas, dopamina o serotonina, los cuales están relacionados con la estabilidad del ánimo, la regulación emocional y la salud del sueño”.

Por otra parte, añadió: “El ejercicio aeróbico, por ejemplo, mejora el funcionamiento del corazón, la ventilación, el acondicionamiento del bazo, favorece la producción de óxido nítrico que aumenta la vasodilatación, estimula el funcionamiento del páncreas, entre otros múltiples efectos fisiológicos positivos”.

Con todo esto, mejorando el desempeño y el funcionamiento del cuerpo (dañado o alterado por alguna enfermedad crónica) llega más y mejor oxígeno al cerebro, lo que favorecerá el funcionamiento cognitivo, el estado de ánimo y la regulación emocional, y disminuirá la posibilidad de padecer demencias de algún tipo durante la vejez.

Realizar deporte con otras personas favorece la socialización, lo cual es un aspecto que mejora la salud mental, en oposición al aislamiento. Practicar actividad física con amistades o familia puede facilitar la construcción motivacional en torno a la práctica o a los objetivos deportivos. El vínculo afectivo en las comunidades, equipos de trabajo o deportivos, favorece la motivación y la cohesión en torno a las metas.

El psicólogo finalizó, comentando otros beneficios: “La posibilidad de tener actividades de distensión, diversión o regocijo, independientemente de si es o no actividad física o deporte, influye positivamente en la percepción personal, en la percepción de la vida y, por ende, en la salud mental”.